Páginas maltratadas, hojas
especiales, máquina de escribir lista y preparada, tal como un pescador prepara
su lancha.
-Leanna, sí, Leanna era su
nombre. – Dijo Robb al mismo tiempo que éste se exaltaba más. -Pondremos el
pueblo de taladores por aquí, a lado de las montañas, donde la hermosa vista no
deja ocultar la magnitud de la misma.
Robb se ponía en pie
pensando de una manera extraña el impacto que tendría su nueva novela. Sentía
que revivía cada etapa de nuevo, ¿acaso era un sueño?, ¿o era la tangible
realidad?
-Correcto, ahora solo falta
los detalles y con eso ya podremos empezar nuestra historia, mí historia. Tenemos
un protagonista, que seré yo en este caso, tenemos al antagonista, tenemos los
personajes secundarios y tenemos el punto clave de todo, el misterio…
Robb se quedó en silencio,
organizando sus ideas de nuevo.
-¿Acaso eh errado?
¡Demonios!, tendremos que empezar de nuevo, desde cero todo – Dijo agitadamente
y con un coraje inigualable – Si tan solo mi esposa ya estuviera en casa, que
ayuda me podría dar, ¡señor! – Así dijo suplicándole a Dios entre comillas – Ah,
espera no, tú me quitaste todo, dinero, fama, sed de nuevas cosas, tú, en quien
tanto creí, me quitaste todo y me dejaste sin nada, ahora tendré que hacer una
novela, y como los malditos críticos esperan y sea una gran y exhaustiva obra
de arte, mis ideas se han esfumado, al igual que estas ganas de escribir, ya no
queda más en mis auras. –Dijo Robb sollozando.
¿Acaso se rendiría, por todo
lo que ha pasado para estar en tal punto de clímax?
Robb era un muy reconocido
novelista, pues todas sus novelas habían cambiado la opinión de los críticos,
aunque su última novela, un fracaso le queda muy corto de nombre. Fue un fiasco
a la vista de los críticos, al parecer, hablar sobre lo que uno quiere y de la
manera que uno quiere, no parece gustarle a todo mundo.
-Bueno, bueno, no está tan
mal, ¿cierto Océano? –Dijo así refiriéndose a su libro. –Digo, podemos cambiar
tan sólo el lugar y con eso el misterio quedaría más que perfecto en su lugar.
¡Ya sé! Montañas y un lago, sé que es una idea un tanto cliché pero con eso
bastará. ¿Tú qué dices Oceanito? –Ahora lo dijo como un apodo de un ser
querido.
Pasó un aire, éste fue
canalizado por su ventana, y así logro mover todo su libreto, dándole así una
respuesta satisfactoria a Robb.
-Gracias Océano, sabía que
te gustaría, ahora bien; todo está preparado, tenemos el escenario, los puntos
de clímax, los personajes y, el misterio Océano, no nos olvidemos del misterio.
Océano era tan solo un
libreto que siempre pasó por casi toda la familia de Robb, la familia Stroholme,
y digo casi, porque su madre murió cuando pasaba cerca de una construcción, y esto
a la vista de Robb le fue algo más que clave para las ideas que siempre plasmaría
en sus nuevas novelas, es decir; las fuerzas sobrenaturales, aunque estas
llegaron a afectar de una manera incondicional su vida, y la de su pareja.
En fin, su “Oceanito” pasó
por las manos escritoras de su padre, las manos directoras de su hermano, las
muy creativas manos de su poética hermana y ahora pasaba por las suyas, no
podía ser una coincidencia, y; como no podía ser coincidencia, tenía que salir
de ese apuro y terminar su novela a tiempo temprano.
-Empecemos a narrar
entonces. –Dijo de una manera liberada y con una iniciativa más grande que la
Torre Eiffel.
Y así pasó el tiempo, 14
meses para ser exactos.
-¡Por fin! Eh acabado la
novela, 4600 olas para ser específicos –Dijo así refiriéndose a las olas del
océano, o como una persona las vería; las hojas de su nuevo libro. -¡Rayos!, sí
que será un satisfactorio éxito, los críticos lo amarán. -Decía así mientras se
alistaba para salir de su cuarto, no de la cabaña que había rentado.
Al salir se encontró con un
lugar totalmente distinto al que había visto, puesto que no había más que
salido al baño durante los 14 meses que se encontraba escribiendo. Pero al parecer
no le valió más que un simple aire pasando por su muy enredada cabellera.
Avanzó por el estrecho y tenue pasillo, pasando por la puerta de su baño y otra
puerta, una que jamás había visto, pero al salir de su casa, más bien; de la
cabaña que había rentado por 2 años, se encontró frente a un desafío, frente a
algo que no recordaba, frente a algo que, después de 4 minutos, se dio cuenta de
qué era. Robb ahora se encontraba atrapado en su novela.
-¿Qué?, ¿e-en dónde esto-oy?
–Dijo balbuceando y titubeando como un perro en invierno pidiendo por comida. -¿Será
acaso?, ¿estaré en mi propia novela? –Se preguntó lo mismo por casi 15 minutos
de rondar cerca de su cabaña. –No, no puede ser, debe de ser un sueño, aunque
el sueño es lo que ya no poseo, será una pesadilla entonces, oh no, yo no tengo
pesadillas después de lo ocurrido con mi madre. ¿Qué será entonces?
Robb se encontraba
afrontando algo que, aunque para muchos pueda ser un sueño, para su escrito, quien fuera el protagonista,
era un infierno.
-¿Ahora qué?, está bien,
recordemos mi novela, el protagonista fue al restaurante con su esposa después
de un día asolado en la mañana, y se encontró con su primer misterio, pero,
¡no, no puede ser!, no me puedo dar el lujo de recordar toda mi novela, ir
descubriendo todo y terminar en la misma pregunta, ¿ahora qué? –Dijo Robb
pensando en su agonía.
–Tendré que recordar e ir a
la raíz, al problema de todo, al nudo, al mismo clímax de mi historia, pero,
¿cuál es?, espera, espera, si perdí a mi madre por un acto sobrenatural –Dijo
así Robb siendo el terco de siempre. –Y después de 16 años me encuentro
escribiendo otra novela de la misma temática, ¿qué pudo ser el nudo, el
clímax?, ¿qué pasó en mi vida anteriormente que plasmé en esta novela?, ¡Ya
sé!, mi esposa…
Robb recorrió la avenida más
rápido que una luz de un faro en el océano, abrió su cabaña, subió tan rápido
las escaleras que en el proceso se resbaló, hasta que por fin llegó a la puerta que no había
recordado porqué estaba ahí, pero ahora lo recordaba, es donde estaría su
esposa en su novela.
Entró desesperadamente y se encontró frente a su misterio,
del que tanto hablaba, su misterio era; la pérdida de cordura, la punta del
iceberg de la locura, el clímax de la desesperación máxima, la misma razón por
la que él se encerró en su escrito, esa era, la muerte de su esposa.
-Edgar Aranda